Ya tenemos cifras para esta crisis. Nuestro Gobierno ha adelantado sus previsiones económicas en el plan de estabilidad enviado a la Unión y, con ello, ha perfilado un futuro, o mejor, un presente, por la inmediatez de la crisis, más que preocupante. Las cifras del Gobierno, necesariamente prudentes, se enmarcan en lo que sería el escenario central de la mayoría de los estudios más actuales, por lo que podrían claramente agravarse en casos como el de la temida recaída de otoño. Veamos las cifras.
Un 9,2 % de caída del PIB en un solo año (realmente en diez meses escasos) no tiene parangón en nuestra vida económica cercana. Recordemos que la crisis de 2008 no llegó a esa caída en el acumulado de seis años. La buena noticia, y hay que resaltarla, es que un crecimiento del 6,8 % previsto para 2021, tampoco tiene parangón desde la década de los sesenta, hace casi sesenta años.
El problema es que para que se dé ese fuerte crecimiento, y todos podamos beneficiarnos del mismo, es necesario que nuestra estructura productiva se mantenga. Esto puede parecer obvio, pero es importante recordarlo: si nuestros hoteles, nuestros comercios, nuestros servicios, desaparecen este año, será imposible que recuperemos niveles cercanos a 2019, porque no tendremos capacidad de producir, ni de consumir.
Y en esas estamos. Las medidas de refuerzo de los ERTES, de ayudas a autónomos y de avales públicos, entre otras, van en el buen camino de permitir mantener, aunque sea en mínimos, a nuestras empresas, nuestros trabajadores y nuestros autónomos. Todo ello por motivos sociales de apoyo a quienes no son causantes de la crisis que sufren, pero también para permitirnos el despegue en el corto plazo.
Pero el problema, como siempre, es el dinero. La ministra Montero prevé un déficit público del 10 % y, más importante, un aumento de la deuda pública de 95 al 115,5 % del PIB. En cifras, esto supone pasar de 1,18 B de deuda actual a 1,36 Billones de euros. Un incremento de 183 miles de millones a los que hay que añadir las amortizaciones de deuda de este año y que obligarán a obtener de los mercados de capitales la cifra de 347 mil millones de euros. ¿podremos conseguir esta financiación por nosotros mismos o necesitaremos la ayuda de la UE, y, en tal caso, con qué condiciones?
En los mercados de capitales abunda el dinero como consecuencia de las medidas de expansión cuantitativa de los grandes bancos centrales, lo que es un elemento claramente a favor nuestro. En contra nos encontraremos con las más que probables cautelas de los inversores a prestar a un Estado con tal exceso de deuda y tales cifras de déficit público. A ello tendremos que sumar que otros Estados, la mayoría con mejores datos de solvencia, también se verán abocados a apelar a los mercados. También juega en nuestra contra la mayor dependencia del inversor extranjero que otros Estados, lo que se agravará este año por la probable debacle de nuestra balanza de pagos, dada la evidente caída del turismo internacional, el tradicional salvamente de nuestra balanza con el resto del mundo.
La consecuencia de todo lo anterior es, en mi opinión, obvia: España necesitará acometer un fuerte ajuste en el gasto público que contrarreste, en la medida de lo posible, la expansión del gasto causado por la crisis. Ajuste del gasto que requiere medidas de alcance en todas nuestras administraciones, acotando todo gasto que no sea estrictamente necesario. Ajustes que deben ser eficaces y visibles. Si actuamos así conseguiremos dos objetivos imprescindibles: dar confianza al inversor y evitar que sea la UE quien, con sus famosos hombres de negro, imponga las medidas a adoptar.
Se hacen paralelismos de esta situación con la propia de una economía de guerra. Se habla así de planes de reconstrucción, término que no comparto porque solo se reconstruye lo previamente destruido, y precisamente el objetivo es evitar la destrucción de nuestro tejido productivo. Pero eso sí, utilicemos ese paralelismo para dedicar todos nuestros esfuerzos en nuestro único objetivo: ganar. Ganar frente a la destrucción económica que puede causar la pandemia. Para lo demás, ya habrá tiempos mejores.